miércoles, 30 de marzo de 2016

Un día ordinario


Una flor gigante nació en medio de la calle. Se abrió paso a  través del burdo pavimento. Nadie sabía su nombre.  Nadie supo quien la plantó. Un aroma suave y dulce se percibía a decenas de metros. Se necesitaban ocho personas tomadas de la mano para rodearla. Su belleza contrastaba con las construcciones grises y el pavimento negro. Solo el alba competía con lo extraordinario de esa mañana.
La gente se arremolinaba en derredor de la planta. Los más afortunados consiguieron ver la flor; los menos solo escucharon rumores de lo sucedido.
Un  naturalista vino y dijo:
-La nombraré Bellis Perennis Titanum.
El alcalde vino y dijo:
-De acuerdo al uso de suelo, este arbusto obstaculiza nuestros planes de crecimiento urbano; ordenaré que sea removido de inmediato.
Los defensores de la naturaleza aparecieron; formaron un círculo en derredor de la planta y dijeron:
-Impediremos que sea destruida, ¡no nos moveremos!
Un diputado, que por casualidad pasaba por ahí, dijo a la multitud:
-Será mi propuesta ante al congreso,  para que sea incluida dentro de las especies amenazadas. Yo si escucho al pueblo.
Los automovilistas dijeron:
-Liberen el tráfico.
Los reporteros redactaron sus notas: "Ecologistas protestan de nuevo" "Polémicas declaraciones del alcalde" "Diputado se destapa para gobernador" "Caos vial en la ciudad"  etc.
En medio de la confusión, la flor liberó polen, mismo que se esparció en distintas direcciones  sin que nadie lo notara. Pronto empezó a marchitarse. Nadie pareció importarle. Tal vez el polen producía una alergia muy particular o,  la explicación más probable,  es propio de la flores gigantes: nacer, crecer, florecer y  marchitarse todo en cuestión de minutos; tal vez horas.
Era un fenómeno digo de admirarse. Del brote se desprendían pétalos marchitos; la raíz y el tallo empezaron a desquebrajarse. Se formó un remolino muy fuerte; sus vientos terminaron por barrer la mata reseca. En el lugar que ocupaba la raíz, solo quedo un boquete más. Ninguno de los presentes daba indicios de ser consciente de lo sucedido.
De pronto alguien dijo:
-Tanto alboroto por un bache; ni es tan grande.
La multitud se dispersó. Los automovilistas avanzaron de forma desesperada. Los hundimientos han aumentando exponencialmente; todos lo atribuyen a la mala calidad del material con que fue construido  el pavimento y a la nula acción del alcalde para remediarlo.

Solo los rumores siguieron extendiéndose: "Los ecologistas siempre protestando..." "Quien atenderá el problema de los baches..." "¿Flores en la calle? estos reporteros..." "Apoyemos al diputado para gobernador..."

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